Vagando sin rumbo por el bosque, por caminos inciertos en mitad de una tormenta. La lluvia me empapaba las entrañas, el frío congelaba mis huesos y el viento se oponía en mi camino empujándome hacia atrás, impidiéndome continuar como una mano invisible que te quiere parar.
Mas mis pasos continuaban sin hacer caso a las inclemencias del destino, hasta llegar a un claro en el cual se divisaban unos riscos. Sin pensarlo caminaba hacia ellos hechizado por la música del viento cual alma en pena vaga con la Santa Compaña por el camino de los muertos. No supe como pasó, pero en un instante como por arte de magia estaba encima de esos altos peñascos escarpados de difícil acceso y peligrosos para andar por ellos. Tan peligrosos que los habitantes del pueblo cercano no se acercaban, los evitaban siempre que podían, si cerca pasaban hacían tres veces la señal de la cruz, bajaban la cabeza y seguían su camino.
Estaba allí sentado en aquel cerro encantado esperando, con frío, triste y empapado. De pronto la tormenta cesó, las nubes se abrieron encima de mi cabeza, Luna apareció con todo su resplandor del plenilunio y una dulce voz me dijo. -Donde te habías metido gatito malo? Yo preocupada por ti y tu detrás de las gatitas-.
Me levanté, Ella me cogió sin importarle que estuviera mojado, me abrazó, me dio un beso en la cabecita y de mi boca salió un miauuuuuu... más un ronroneo mientras frotaba mi carita contra su precioso pecho.
Alzamos el vuelo dejando atrás el cerro, yo ya no tenía frío ni estaba triste, me gustaba surcar el aire en sus brazos mientras me contaba las maravillas del Universo y me susurraba los más increíbles Secretos...