LA DULCE BELLA DE OJOS VERDES
Que se puede hacer si está todo hecho, que más palabras se pueden decir a cambio de nada, porque luchar más si nada se va a conseguir... Estos pensamientos rondaban la mente de aquella dulce joven mientras su rostro se reflejaba en el agua cristalina de un río sin fondo, de sus verdes ojos resbalaron unas lágrimas por sus mejillas cayendo en el agua, mezclándose su sabor amargo con el dulce agua del rio las cuales se las llevó la corriente.
Se levantó de la orilla mirando fijamente el puente de piedra romano, caminando despacio se dirigió hacia el mientras el corazón le oprimía el pecho con el dolor de un amor no correspondido.
Estando en mitad del puente se asomó para ver como corría la corriente con sus aguas bravas, que rompían en las rocas con su poderosa fuerza mientras los salmones saltaban, luchaban por remontar hasta el lugar de su nacimiento donde volver a procrear, para después morir habiendo cumplido su trágico destino para el cual habían nacido.
Morir, pensaba la dulce bella de ojos verde y cabello dorado. Morir y dejar de sufrir ese dolor que le destrozaba el alma, le arrancaba el corazón y le rasgaba las entrañas. Morir, que bella palabra llena de sosiego, de tranquilidad, de paz infinita en la cual al fin poder descansar y no volver a pensar en algo que nunca llegará.
Alzándose en parapeto del puente se sentó en el mismo, sus piernas colgaban hacia afuera y sus ojos se hechizaban con la bravura del agua que rompía en las rocas. Solo un impulso la separaba, con solo un impulso se uniría con el agua, con el río que la esperaba como un fiel amante para abrazarla.
Si, se echo hacia adelante doblando las rodillas, apoyando los pies en la baranda de piedra se impulsó y salió volando la dulce bella de ojos verdes para estrellarse contra las puntiagudas rocas que sobresalían como afiladas lanzas.
Todo terminó, su cuerpo yacía incrustado en las piedras, mientras su roja sangre teñía el agua cristalina al ritmo de los salmones que por ella subían, para llegar al mismo destino que la dulce bella de ojos verdes y cabello hermoso como el oro había conocido.
Dicen que la noche de San Juan se puede ver a la dulce bella sentada en el puente romano esperando... quien ve su triste rostro se enamora de ella tan apasionadamente y de tal forma que...
No lo sé, pero ya cuatro hombres desde ese mismo puente han saltado en la noche de San Juan...
Marce